Entre el terraplanismo los antivacunas y el neomodernismo | Rebelión Antigua

Oscar A. Pereyra
10 min readJun 7, 2019

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“El mejor logro de la ciencia del siglo XX ha sido el descubrimiento de la ignorancia humana.”

Lewis Tomas

Los primeros años del siglo XX están marcados por un optimismo que se vio reflejado en la cultura. La tecnología y los avances en la ciencia eran un tema recurrente en escritores como Julio Verne y H.G Wells recreaban en la imaginación un futuro prometedor. Un mundo en el que la tecnología uniría a la civilización para la búsqueda de respuestas que aún no eran contestadas. ¿Cómo sería nuestro primer viaje a la luna? ¿qué hay en el centro de la tierra? Estas preguntas inundaban la ciencia ficción de la época y mostraban un optimismo para los años venideros. Este optimismo estaba sustentado en los avances de la tecnología a nivel global y naciente configuración de los estados-nación como garante de la paz entre distintas culturas.

Aunque esta emoción fue rápidamente opacada por la Primera Guerra Mundial, la crisis del 29 y la Segunda Guerra Mundial. Los siguientes años fueron de una aparente paz bajo una Guerra Fría que amenazaba con eliminar a casi toda la población detrás de una enorme explosión. Sensación que terminó al terminó con la caída de la Unión Soviética y el muro de Berlín en 1989. Los noventa tuvieron un aire de esperanza y optimismo por el futuro. Con la masificación del internet y las nuevas tecnologías, la gente esperaba un futuro siglo XXI con mayor paz y justicia para la humanidad. Un famoso pensador de la década llamado Francis Fukuyama declaró que habíamos llegado al “fin de la historia” pues no habíamos encontrado algo mejor que el capitalismo y las democracias liberales. Suposición que duró tan sólo un par de años ya que el optimismo de finales del siglo XX se acabó con el ataque de las torres gemelas.

Las ideas y el debate sobre el significado de la modernidad también se dieron en esas épocas. Jürgen Habermas, Anthony Giddens, Zygmunt Bauman y otros pensadores se cuestionaron el significado de la palabra y si ya habríamos sobrepasado, terminado o inacabado el término. La unificación del mundo mediante la globalización y la democracia solo necesitaban de tiempo para que se implantaran en todo el planeta. Por lo menos ese era el deseo de la superpotencia del mundo: homogeneizar el mundo y prevalecer a la cabeza. Sin embargo, tal deseo se fue por la borda con el despertar de China, la crisis inmobiliaria y el retorno de los fundamentalismo. Este último terminó por enterrar todos los deseos esperanzadores de finales del siglo XX. Lo que sostiene al discurso modernizador es el avance en tecnología y la eliminación de la pobreza, sin embargo, en la cultura popular y el discurso político, la historia es otra. La riqueza de los países ahora está pasando a manos de otros países que han utilizado el capitalismo con ciertas modificaciones. Tal sueño, al igual que a principios del siglo XX, se desvaneció. El nacimiento de los fundamentalismos y la exacerbación de las ideologías proviene de diversas fuentes, tanto laicas como religiosas.

Aunque la Guerra Fría se desarrolló básicamente en el plano ideológico, la dicotomías que la sustentaron se pasaron a otro plano. La sociedad del siglo XXI aprovechó la globalización de las ideas para implantar una moral universal. El discurso progresivo de Occidente que anteriormente se reconocía solamente en las aulas de la academia evolucionó hacia los medios masivos. Gobiernos, empresas y casas productoras de cine reclutaron personal con estas tendencias ideológicas y lo patentaron como modelo de negocio. Disney es el ejemplo más sobresaliente de esta tendencia. Una vez que compró otras empresas como Lucas Film y Fox, sus películas empezaron a manejar la idea de la diversidad y la inclusión como gancho publicitario para que su público objetivo viera sus películas. Esta tendencia ideológica se convirtió en pocos años en motivo de discusión para diversas oposiciones políticas y culturales del fenómeno. La división ideológica que siempre ha existido en las democracias modernas se ha polarizado mucho más que antes. Los algoritmos de los servicios de búsqueda de información más usados del mundo, Facebook y Google, muestran resultados acordes con nuestros puntos de vista y en lugar de suscitar el debate público, promueven un mayor antagonismo entre opiniones diversas respecto a un tema. Esto se ha etiquetado como “tribalismo” por diversos antropólogos y sociólogos de la red. La anonimidad de la red exacerba los peores instintos de un ser humano que expresa sus opiniones sin que su persona se expuesta frente a otros. Esto agrega una agresividad extra que no existiría si mostrara sus opiniones en forma presencial. En este extraño fenómeno moderno, entre más entres a la red, mayor posibilidad de que tus convicciones e ideas se sigan afirmando constantemente.

La modernidad regresiva

Existen dos etapas en la red de redes. La primera está conformada por la Web 1.0. Esta primera etapa de la red es apenas una etapa temprana de la comunicación en línea. Su principal aspecto es que la comunicación bidireccional todavía no se encuentra plenamente establecida. Aunque ya existen empresas que ofrecen servicios innovadores ( Google, Amazon, Yahoo) la red de redes aún se maneja por hipervínculos estáticos que emiten información pero no conectan a las personas. Esto cambia en el 2004 cuando la web se vuelve social. La creación de Facebook, MySpace, Hi5 y otros servicios similares empiezan a conectar a las personas entre sí. Primero entre nuestros amigos y familiares y luego entre personas al otro lado del mundo. La Web 2.0 crea fenómenos insospechados en la psique humana y atrae nuevos líderes de masas tras la red. El dinero que antes iba a las grandes corporaciones televisivas se redirige hacia Google y Facebook causando que más y más personas busquen una carrera profesional en estos medios. La monetización de Youtube da paso un fenómeno global de individuos llamados influencers que poseen millones de seguidores y ganan cantidades exorbitantes de dinero. Algunos con contenido inocuo y básicamente de entretenimiento, mientras que otros se hacen famosos al hablar de temas políticos y controversiales. Entre estos empezaron a surgir personajes que generaban contenido a partir del morbo y la especulación. Las teorías de la conspiración y las falacias sociales empiezan a ganar difusión y popularidad entre las personas. En un mundo en el que el inglés puede esparcir grandes cantidades de desinformación y trasladarse a otras lenguas rápidamente, los antivacunas y los terraplanistas comenzaron a tener auge en la red.

Aunque la noción de un mundo redondo es bastante vieja, su comprobación requiere de un proceso de enseñanza formal que solo se dan en la escuela. El lenguaje escrito tiene su lugar en la web 1.0 pero pierde popularidad cuando el video y el sonido empiezan a agarrar fuerza en la red. La baja velocidad del internet en la primera década del nuevo Milenio impidió que la gente se inclinara por otros medios más fáciles de absorber. El problema es que en internet es difícil discernir cuál información posee mayor validez y gracias al fenómeno de la viralización, es fácil que una creencia errónea se vuelve verdadera gracias a los nuevos medios de comunicación. A esto se agrega la intención de las grandes corporaciones de difundir puntos de vista políticos mediante sus producciones televisivas.

Este control mediático y la formación de grupos radicales ha puesto en duda los elementos de la modernidad. Aunque quise llamar este fenómeno como una nueva etapa medieval, el Dr. Ignacio Pérez Barragán considera que estamos entrando en una neomodernidad. Un periodo de tiempo en la historia en que elementos del pasado se vuelven a manifestar para crear verdades a medias, nuevas fantasías y una nueva forma de linchamiento público basado en las redes. Terminamos está década pensando que la tierra es plana, las vacunas no sirven y que el fin del mundo está cerca. Aunque la tecnología cada día se supera a sí misma, nuestra religiosidad, ignorancia del mundo y fundamentalismo se exacerba. Un panorama no muy alentador.

La batalla que pierde la ciencia

En una era de sospechosismo de la realidad, la ciencia entra también al linchamiento mediático. Los terraplanistas afirman que existen elementos para dudar de la esfericidad de la tierra. Gracias al uso de los medios de la red, logran generar la controversia suficiente para obtener adeptos. Y es que quienes defienden lo previamente enseñado en la escuela requieren de mucho detalle e investigación para refutar lo dicho por los terraplanistas. El caso es muy similar con los antivacunas y todos aquellos que creen en alguna teoría de la conspiración. Poseen una idea muy deficiente de lo que significa la ciencia y cómo opera. Probablemente esto ya existía en décadas pasadas, solo que con el surgimiento de las redes sociales se hizo más evidente. Así como la ciencia recibió su crítica, todo elemento ordenador de la sociedad pasa por un escrutinio del juicio público. Pensadores de izquierda como Slavoj Žižek pensaron que los movimientos posteriores a la crisis del 2008 como Occupy Wallstreet y las primaveras árabes tendrían un golpe significativo en el capitalismo. Ambas se desintegraron en poco tiempo y dieron origen a nuevos gobiernos más totalitarios o emparentados con la religión. La punta de lanza que hoy en día perdura en los medios es la cercanía al apocalipsis ecológico que vendrá en las próximas décadas.

El calentamiento global asegura que nuestro futuro no será mejor que nuestro presente. Los cambios irreversibles en la temperatura del planeta harán que existan migraciones masivas y cambios en los climas prevalecientes desde hace décadas. Sequías, huracanes, inundaciones y otros elementos climáticos pueden desestabilizar la frágil economía mundial y poner contra las cuerdas a países que vivan de materias primas y el turismo. Esta neomodernidad pesimista volcará a líderes cada vez más radicales que generen chivos expiatorios para justificar problemas nacionales. El nuevo antagonismo de Rusia y los países emergentes cambiarán el panorama hegemónico de Estados Unidos. El problema es que la universalización de la moral y la manipulación de Google y Facebook convertirán a cada persona en un vigilante del sistema que usará el linchamiento digital para callar voces contrarias a su pensamiento. Estos sistemas de control existían solo en los sueños de los más grandes dictadores.

La ciencia tendrá que generar otras estrategias para permanecer en la mente de las nuevas generaciones. La filosofía y las ciencias sociales aún batallan por presentar su relevancia ante la sociedad y el feminismo de la tercera ola adquiere un poder nunca antes visto para castigar cualquier comportamiento social no aceptado por sus cánones ideológicos. Un fundamentalismo secular que buscará imponerse a nivel global.

La economía de la atención y la concentración degradada

En el pasado, los intelectuales de la época se sabían de memoria a los clásicos y digerían obras de filosofía y ciencia con una enorme calma. El producto de la concentración y el análisis dio origen a otros textos más concienzudos y bien escritos que se convirtieron en clásicos. Hoy en día, leer a Platón con la calma de aquellas épocas es todo un lujo. La información es tan grande en la modernidad que tenemos que ser más selectivos a aquello que le ponemos más atención. El problema es que cada día generamos más información de la que podemos digerir. Los intelectuales de este siglo tiene dos caminos: volverse extremadamente especializados en un tema (por ejemplo: Filósofo de la ciencia, de los medios, del lenguaje, de la hermenéutica, etc) o saber medianamente de todo el panorama de un tema y perder valor en el mercado por no estar especializado.

Los nuevos medios y las grandes corporaciones ofrecen sus servicios de manera gratuita o a un costo muy bajo a cambio de tus datos personales y tu atención. Sin atención no hay publicidad y sin publicidad no hay negocio. Las redes sociales invierten una enorme cantidad de dinero para retener tu atención el tiempo suficiente para hacer dinero de ello. Youtube utiliza algoritmos complejos para entender tus gustos y mantenerte enganchado en su servicio el mayor tiempo posible. Otras redes sociales operan de forma similar, primero para venderte y luego para utilizar tus datos en combinación con otros millones más. El comportamiento humando puede ser predicho y controlado mediante el famoso Big Data.

Con más medios de entretenimiento y distracción cotidianos. Las empresas libran una enorme batalla por tu atención. Páginas con tendencias ideológicas, religiosas o políticas buscan ganar la mayor cantidad de seguidores seduciéndote para que pases tiempo en sus redes. El internet de las cosas, Google dándote cada vez más servicios a fin de utilizar todo el input que agregues a su base de datos. Diversos documentales han hablado de los peligros de la privacidad en redes. The Creepy Line es uno de los más recientes creados por Amazon. Está información está lejos de ser privada o un secreto. A las grandes corporaciones no les importa que sepas esto, pues su empuje global no puede frenarse mediante el boicot. Si piensas que la tierra es plana, no tiene ninguna relevancia para el comercio digital, a menos que vayas a consumir del fenómeno.

Por lo pronto, la modernidad no parece ser liquida sino también soluble con componentes del pasado que teníamos esperanza de dejar atrás. Al buscar ser mejores que nuestros antepasados, terminamos en una distopía neomoderna con tintes retrógradas

Si quieres escuchar más sobre el tema, te invitamos a escuchar el podcast de Rebelión Antigua. Disponible en Apple Podcast, Spotify, TuneIn y otros.

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Originally published at https://blog.rebelionantigua.com on June 7, 2019.

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Oscar A. Pereyra

Entrepreneur, escritor freelance, muy social y filósofo de las culturas antiguas. Inversionista